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El lobo Robert

El lobo Robert

Había una vez, hace mucho mucho tiempo, un lobo que vivía en el mundo de fantasía llamado micumacu. El lobo era muy tímido, vivía en el bosque, pero no tenía amigos porque los animalillos le tenían miedo y nadie se le acercaba.

Un buen día, el lobo vio a un extraño animal pasar alegremente por el bosque: tenía un extraño pelaje rojo. Nunca había visto nada igual: los animales salían a recibirlo, las aves cantaban y las ranas croaban. Enamorado de aquella alegría que transmitía, el lobo siguió al animal por todo el bosque, pero era muy patán y se estampó contra un árbol. 

-Puedes salir de tu escondite, si quieres.

El lobo, avergonzado, salió de detrás de los árboles y bajando las orejas se disculpó. 

-Lo siento, animalillo. Solo te estaba siguiendo para ser tu amigo. 

-Me llamo Caperucita -exclamó el supuesto animal-. ¡Y soy una humana! 

El lobo abrió mucho los ojos y fijó su mirada en ella. ¡Se había equivocado! Aquél pelaje rojo tan extraño no era suyo, ¡era una capa!

-¿Por qué estás tan solo? -preguntó Caperucita, extrañada. 

El lobo suspiró.

-Porque no tengo amigos en el bosque, todos me tienen miedo. 

Caperucita cogió de la pata al lobo y volvieron hacia el bosque, donde los otros animales descansaban. 

Al ver a Caperucita, se pusieron muy alegres pero se asustaron al ver al lobo.

-Este es Robert -dijo caperucita, presentándolo-. Dice que hace mucho tiempo que sois vecinos pero que nunca habéis tenido la oportunidad de conoceros bien. 

Caperucita sacó su cesta de mimbre y la abrió. Ofreció pastelitos a todos los animales presentes e hicieron un pícnic en el bosque. Todo el mundo habló con Robert, hasta la abeja más asustadiza de todas. Y así, entre risas y pasteles, se formó una gran amistad. Robert nunca más volvió a estar solo. 

 

 

 

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